miércoles, 12 de agosto de 2015

Vueltas a la manzana

Cansado de dar vueltas, vueltas y medias vueltas, Eucatanasio Lamberiza frenó en un rincón del callejón. Allí, observó la manzana que había dejado atrás, o delante.

Nada le mostró lo que buscaba, pero, sospechoso de que no se encontraba allí, y no lo hallaría reanudando marcha, se quedó agotadoramente quieto.

Un coche lo salpicó y se enfadó orgánicamente. Entre el agua adherida a sus párpados, en el centro de una pequeña gota que la proximidad magnificaba, lo creyó ver.

-¿Dando un paseo?

-Ya ve usted.

Bostezó sin ganas Eucatanasio, y temeroso de la tiniebla, reemprendió marcha. Una inquietud poderosa se confirmaba en sus entrañas, de vez en cuando había de darse la vuelta para confirmar la presencia, o ausencia, de un hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario